Esta mañana, Lleira (9 años), la mayor de cuatro hermanos, ha demostrado un cariño y un cuidado hacia sus hermanos, cuanto menos, admirable. Siempre está atenta a Yadira (5 años), ha jugado con David (8 años) y ha consolado a Daniel (3 años) al ponerse a llorar. Con sólo 9 años, Lleira presta desinteresadamente su ayuda por simple amor hacia sus familiares. Pero este no es el único caso de solidaridad que me sorprende desde estas minorías. Sólo hay que observar, en un patio de recreo, a un niño que no lleve bocadillo: sobran los voluntarios para ofrecer un trozo del suyo.
Si analizamos a los adultos pertenecientes a estas etnias, también podemos fijarnos en estos gestos, por ejemplo: a los familiares ancianos, los acompañan, los cuidan, los respetan y permanecen junto a ellos hasta los últimos días de sus vidas, nunca los dejan solos.
En mi opinión, tratamos de educar a estas personas que subsisten en contextos marginales, pero también tenemos mucho que aprender de ellos.